miércoles, 10 de noviembre de 2010

La Trampa

Fernando Elias Boullosa

Ella le ve a varios metros, él carga el arma y arranca tras de ella, una, dos, tres personas que empujar para llegar hasta ese lugar, ella no se mueve. Por fin frente a frente él descarga algunas municiones que al parecer hicieron un gran efecto, ella se tambalea en tres o cuatro oraciones mal conjugadas, invitándole a jugar en la intimidad.
Una horda de detalles se interpone en el camino a la tierra prometida, al final las vicisitudes les llevan al fuerte que les separa de todas las leyes, la zona de tolerancia, en donde el día se tiñe, donde la gravedad no pesa y él decide aun así arriesgarse y transformarse en boa, ella salta ligera, nube con orejas, la boa le persigue hasta atrapar esa textura de algodón, le enrolla con su musculatura, la aturde y adormece, se la traga lenta y suavemente. No hay resistencia alguna por parte de la victima, quien pareciera disfrutar de la saliva destilada y los músculos triturándole poco a poco los huesos, arrastrándola al remanente vacío del reptil escurridizo, empieza a acomodarse en el estomago bañándose en sus jugos gástricos, paseando y memorizando sus paredes interiores. Al paso de unas horas él decide abandonar el fuerte, ha conseguido su cometido y sale cual victorioso depredador.
Un golpe en el chacra del “yo siento” lo tumba en un abrir y cerrar de ojos, aquel idiota ignoró que se encontraba en realidad alternativa y que aquella presa en realidad era Artemisa, que lejos de devorársela se la había embutido en sus adentros, donde ella lánguida y tiernamente le empezaba a destazar. El imbécil de magnitudes inverosímiles pisó el cepo desde que cargó el arma para ir tras de aquella exótica especie y ni cuenta se había dado. Ahora sólo quedaba que tuvieran piedad con él a la hora de rendir cuentas.

Lo Representativo de la Humanidad

...por Mario Alberto Gonález

"No hace mucho tiempo, la tierra
estaba poblada por dosmil millones de habitantes,
 es decir, quinientos millones de hombres
y mil quinientos millones de indigenas.
Los primeros disponían del Vervo,
los otros lo pedian prestado."
Jean Paul Sartre


¿En donde se fundamenta nuestra condición de humanos?, ¿cuál es la normatividad que nos excluye de ser esclavos? Estas preguntas representaban uno de los problemas teóricos de primer orden, un debate que en nuestro contexto parecería ya estar resuelto, pero a mi parecer este tipo de cuestionamientos más que resueltos se encuentran obsoletos. En la actualidad el dinamismo social canaliza casi toda la atención en cuestiones políticas, económicas y vánales, más que en sociales y culturales. No hay lugar para cuestionar  en donde radica nuestra humanidad y como se fundamenta  la concepción actual de libertad. Problematizar estos presupuestos se convierten en una ardua labor. De inicio, es difícil encontrar una definición correcta de libertad pues al tratar de brindarle un significando negamos su esencia, y por ende solo podemos referirnos a la libertad en relación a x o y inferencia. En lo que respecta a nuestra humanidad, ha quedado reducida a una vaga clasificación a veces demasiado subjetiva, en donde radica más una discriminación que un sentido de pluralidad. Pero esto es en la época actual, una época de corte posmoderno en donde a raíz de la muerte del sujeto se creó una disyuntiva en el eterno progreso (o al menos en el sentido poético y arquetípico de la modernidad).  Las ideas que nos ofrecían la respuesta a estos  problemas de orden teórico son encontrados en presupuestos modernos que se fundamentaban en la existencia del sujeto,  puesto que los conceptos que nos brindan humanidad y el derecho de no ser esclavizados en la modernidad, creo yo,  son basados en  dos postulados principales: “El logos y la razón”.
Más allá de solo fundamentar la humanidad y la libertad, el logos y la razón son, en combinación, la esencia de lo real que fundamenta nuestro mundo. Lo real o la convención de lo que es real se fundamenta en el cruce de lo sensorial con lo cognoscitivo, lo cual es fundamentado por la razón y el lenguaje, para ser mas especificó, a mi parecer, es en esta yuxtaposición de lo tangible con lo inteligible donde radica la totalidad de lo humano, donde se gesta la continúa reinterpretación de nuestro mundo.
El logos, verbo o palabra, era lo que fundamenta la noción de humanos. Todo aquel que poseía este logos tenía derecho a ser considerado como igual.  Desde la época correspondiente a la Grecia clásica, cualquier ente que no dominara el lenguaje griego era considerado un bárbaro. La posesión de la palabra era la vasta diferencia entre ser o no ser humano, pero a prender el logos dominante sólo te convertía en humano. No brindaba el derecho a la libertad, no hacía al hombre libre (aunque el esclavo lograra balbucear el verbo) dado que el concepto de esclavitud se fundamentaba principalmente en las palabras dichas por Aristóteles :   “El esclavo solo es una herramienta que habla.”
Bajo esta justificación en los grandes imperios, como el romano la esclavitud no podía ser cuestionada, por lo cual ya no solo bastaba poseer el logos. También se necesitaba ser racional, de este modo el individuo podía ser consciente de su libertad, y con ésta, poder considerarse humano, lo cual era fundamentado bajo el concepto de que incluso algunos animales tenían la habilidad de imitar el uso de la palabra pero no la razonaban, por ende el logos  y la razón son las nociones principales que podían  dotar de humanidad y libertad.
Desde los inicios del siglo V hasta el siglo XV, (para ser más preciso, la época conocida como el oscurantismo o la edad media) es en donde la iglesia se fundamenta y se dogmatiza  como el eje domínate y unificador de toda Europa, donde el concepto de esclavitud y humanidad se emancipan, en donde  la iglesia primigenia  postulaba que todos somos iguales. Nuestra humanidad es brindada por nuestra alma, aquel soplo divino que nos da comunidad, que se expresa en obras como La Ciudad de Dios escrita por san Agustín, o en Florecillas  elaborada por san Francisco de Asís, en donde se permea las ideas de humanidad e igualdad, con lo cual la noción de esclavitud  no tendría por qué ser útil, mas sin embargo los esclavos eran el motor principal de los medios de producción y de subsistencia para el régimen vigente y dominante de Europa. Por ende la esclavitud no es finiquitada y su justificación se encuentra en las mismas obras que nos brindaban libertad, en la ciudad de dios pese a que sus presupuestos otorgan igualdad a todos del mismo modo, pues denota las posturas pertinentes para la esclavitud:
“Hijos de esta misma ciudad son los enemigos contra quienes hemos de defender la Ciudad de Dios, no obstante que muchos, abjurando sus errores, vienen a ser buenos ciudadanos; pero la mayor parte la manifiestan un odio inexorable y eficaz, mostrándose tan ingratos y desconocidos a los evidentes beneficios del Redentor.”(San Agustín, La ciudad de Dios, pág.28, editorial Porrúa.)
Todo aquel que negara o contradijera los dogmas de la iglesia (pese a que conociera o supiera los preceptos cristianos) era, en  este caso, enemigo de la ciudad de dios, por  ello podía y tendría que ser esclavizado, lo cual en realidad ya no radicaba en una empresa de corte teórico. Más bien era un rebuscamiento para poder justificar  la esclavitud y consolidación territorial de los grandes imperios, donde la iglesia regulaba el poder a partir de las reformas luteranas y creación de los reinos protestantes. El poder de la iglesia iba en decremento, se cuestionaba la valides de las bulas papales que le habían otorgado la concesión de los territorios americanos a solo dos potencias: España y Portugal. Es a partir de estas rupturas, aunadas a la proliferación de las ideas renacentistas, como la creación del estado nación y las nociones de la manera en la que se tenía que desempeñar el poder terrenal esbozadas por Nicolás Maquiavelo en El príncipe, que a la postre fundamentarían la política, se generó un déficit en el poder del clero. A partir de éste se da una movilización de las órdenes religiosas que  emprende una tarea evangelizadora en el nuevo territorio, con el propósito de recuperar las almas que se perdieron en Europa, y de esta forma recuperar el control. En este sentido es necesario hacer hincapié en una orden religiosa que fue creada por Ignacio de Loyola, conocida como la compañía de Jesús, que significó el contrapeso específico de la iglesia en su lucha por mantener el poder ante los imperios protestantes, e incluso contra los reinos a los cuales ésta brindo su apoyo. Posterior a casi  300 años sometidos bajo el yugo de  las potencias europeas, los países latinoamericanos  inundados de las ideas ilustradas de los jacobinos franceses, sumado al decreto de los derechos humanos producto directo de la revolución francesa, consiguieron su  libertad, pese a que muchas naciones surgieran endebles en su estructura de gobierno. Compartían con los países europeos un carácter moderno. Es aquí a mi parecer cuando se consolida la modernidad y en donde las nociones de “razón y logos”  formalizan  nuestros parámetros de humanidad y libertad, donde el progreso y la historia son el metarrelato a seguir. 
"La colonización realizó una yuxtaposición mecánica y despersonalizante de elementos culturales de varios orígenes incumbe en adelante a los pueblos que recobran su independencia transcender esta yuxtaposición para concluir en una totalidad histórica concreta, en la que estos elementos no sean ni escotomizados ni convertidos en ídolos superados e integrados dialéctica-mente, en el sentido de la Aufhebung hegeliana.” (Zea, Leopoldo, La crisis del sentido occidental de la historia, 1986, Revista Tesis, 189 pág., pagina 87.)
Éste tipo de coyunturas se esboza las variables que formalizan nuestras concepciones de humanidad y libertad, estos problemas teóricos son insolubles de forma tajante. Se deben enmarcar las diferencias pertinentes de cada época en lo respectivo a estos paradigmas. Con este sentido trato de remarcar lo representativo de nuestro mundo, las concepciones de una misma cosa o palabra varían en demasía de una época a otra. No hace mucho tiempo lo virtual era algo imaginativo, algo irreal, pero en la actualidad lo virtual es algo factico e incluso más real que lo sensorial para un sector de la población. La concepción de nuestro mundo difiere más al de épocas anteriores por lo metafísico de nuestro lenguaje, que por nuestro avance tecnológico.


Acayucan, cuna revolucionaria

...por Félix Blanco
La historiografía sobre la Revolución Mexicana en el estado de Veracruz se puede considerar como una información amplia y variada en su diversidad regional.  Acayucan no escapa a la coyuntura del movimiento revolucionario y es así que, a partir de 1906 al llamado del Partido Liberal Mexicano, la región del sureste de Veracruz tendrá una participación amplia para fortalecer el movimiento. El testimonio escrito por Cándido Donato Padua[1] nos permite ver la apreciación sobre la articulación revolucionaria en esa región. Al estado de Veracruz se le había etiquetado como un conglomerado de regiones donde ninguna agitación revolucionaria se había dado. Sin embargo la historiografía reciente ha arrojado nuevos datos de que Veracruz no participó de una manera amplia como los estados del norte del país, pero tiene una participación circunstancial.
              Es por ello que “La historia regional de la revolución ha enriquecido como ninguna otra las posibilidades de explicación de la complejidad nacional y ha puesto de manifiesto que la historia de la revolución no debe agotarse en sus límites cronológicos, cualquiera que estos sean, y debe extenderse en largas duraciones que la abarquen en antes y después. Y también, desde luego, ha enseñado que no se puede hablar de la misma revolución en un país tan diverso.”[2]
              ¿Cómo es posible explicar y entender la Revolución Mexicana? Para poder entender la Revolución Mexicana en su inmensidad nacional es preciso analizar la memoria regional, de esta manera al observar el proceso de la Revolución en una densidad menor nos enseña que se habla de un movimiento diverso. La historia regional la podemos considerar como catalizador adherente al macro- movimiento.  Mientras que el norte del país y el centro evolucionaban, las regiones del sur del país pareciera que estaban sumergidas a hacer historia de larga duración. Sin embargo la región de Acayucan Veracruz rompe con el esquema de ser la ciudad olvidada y busca hacer una historia aunque fuera de manera superficial. 

              Aun que la participación de Acayucan, Veracruz en el movimiento armado se anticipo a 1910, es considerada como Cuna de la Revolución Mexicana, así lo maneja el antropólogo Alfredo Delgado Calderón en su libro titulado Acayucan Cuna de la Revolución. La rebelión de Acayucan de 1906 se plasmó en la memoria regional, y junto con Cananea y Rio Blanco se le considera Precursoras de la Revolución. El seudónimo de Cuna de la revolución la toma de un documento de 1912 donde el delegado Ernesto Aguirre del partido reformista comenta al Presidente Francisco I Madero las arbitrariedades del jefe político afirmando: “Nadie tiene garantías en esta desdichada tierra que fue la cuna del inmortal movimiento revolucionario”.
              Cuna o precursora de la Revolución, la región de Acayucan, de su proceso histórico, se observa y se obtiene la impresión de que dicha revolución no caminó por el sendero de esa región. Después de su triunfo y consolidación, en su efecto de trasformación Acayucan siguió esperando…
               Aunque mucho se ha escrito de esta gesta de 1906, poco se ha sabio de los grupos porfiristas, militares y civiles que participaron. Poco se sabe también de los rebeldes que participaron en el movimiento precursor, pues uno de los motivos que contribuyen a la realización de esta investigación es buscar la participación de ambos bandos. Cotejando la información de memorias de los precursores con otros documentos que nos ayuden a poder comprender el movimiento revolucionario de Acayucan.
              La lucha armada de Acayucan comenzó desde el 28 de septiembre, cuando fueron tomadas las comunidades de Soteapan y Mecayapan, regiones situadas en la sierra. El sábado 29 de septiembre de 1906 los colonos de Corral Nuevo tomaron la hacienda, cortando los alambres del telégrafo para impedir que las autoridades se enteraran.[3]
              El sábado 29 de septiembre llegaron noticias al cantón de Acayucan que se rumoraba que los serranos se habían levantado y que probablemente llegarían a tomar el pueblo.[4] El 30 de Septiembre de 1906 Hilario C. Salas atacó la plaza de Acayucan a las 11p.m.[5] el ataque al cantón de Acayucan no fue lo esperado, tuvieron que hacer retirada los rebeldes al ver a su feje Hilario C. Salas herido por una bala enemiga.
              A pesar que las inquietudes revolucionarias fueron sembradas y difundidas en la región de Acayucan a través del elemento periodístico que aglutinó en sus filas, no sólo a elementos mestizos sino a gran escala. Al ser descubierta los planes de la junta en la frontera norte, hicieron que el movimiento que estaba contemplado para los primeros meses de 1907 se adelantaran, provocaron que los miembros de los clubes liberales se levantaran en armas en una lucha espontanea. Aunque los rebeldes de la región de Acayucan correspondieron al llamado de la proclama Liberal, no tenían una organización, esta serie de errores diluyeron los planes de la organización tanto los rebelde como  los comprometidos, provocando que el movimiento llegara a un fracaso casi total.



[1] Cándido Donato Padua.  Movimiento Revolucionario de 1906.  México, Edición del Autor, 1941.
[2] Matute, Álvaro, “Los actores sociales de la Revolución Mexicana en 20 años de historiografía (1969-1989), en  Revista de la Universidad, Núm. 466, Noviembre de 1989, P. 15.
[3]  Ángel J. Hermida Ruiz. Acayucan y Rio Blanco. Gesta precursora de la revolución, P.17, Biblioteca del maestro Veracruzanos Núm. 7, Gobierno del Estado de Veracruz, Xalapa, 1964.
[4] García Díaz Bernardo. La Revolución Mexicana en Veracruz. México 2009. Página 106
[5] Cándido Donato Padua.  Movimiento Revolucionario de 1906.  México, Edición del Autor, 1941. Página 23.



miércoles, 27 de octubre de 2010

Consolidación Educativa

La consolidación educativa en México se venía procurando al iniciar su vida independiente. Persistía la idea en la cual la trasformación de la sociedad se alcanzaría a través del progreso educativo, por llamarlo de alguna marera.
Este fuerte impulso se iba gestionando desde la joven vida independiente de México, que trazaba la posibilidad de un nuevo porvenir  a través de la ilustración pública, la cual tenía como objetivo lograr la consolidación del triunfo político que se había alcanzado y que sólo en la educación estaba el progreso.
No por nada, individuos como José María Luis Mora discurrían en la preocupación que un elemento de progreso era la educación. Sin embargo, si ésta estaba sujeta en el pensamiento dogmatico de la iglesia, no habría un bienestar de progreso.


“Sujeta a regulación clerical la educación nunca podrá fomentar un espíritu de investigación y de duda, sino únicamente el hábito dogmatico y disputa”.[1]
Los liberales tenían la convicción de que, para alcanzar los planes nacionales de un desarrollo, era necesario e indispensable integrar al sistema educativo a todos los ciudadanos. La Dr. Carmen Blázquez Domínguez explica cómo fue llevada la educación y las causas por las que el gobierno no consiguió estimular la educación bajo un proyecto liberal: “a pesar de las disputas políticas y de la crisis económica, las autoridades y los grupos oligárquicos consideraron de vital importancia el impulsar la educación. Las niñas iniciaban su educación primaria en pequeñas escuelas particulares denominadas <<amigas>>, atendidas por mujeres que impartían doctrinas, escritura, lectura y algunas labores domesticas. Los niños ingresaban a las escuelas primarias regidas por los clérigos o las escuelas sostenidas por los ayuntamientos. Las asignaturas del plan de estudio en estos planteles eran la lectura, gramática, aritmética, dibujo, urbanidad y doctrinas cristianas. La escuela rural, como institución, sólo existió en las comunidades indígenas que disponían de recursos para sostenerla”. [2] De acuerdo con la autora, tanto la sociedad como el gobierno sostuvieron la necesidad de impulsar la educación. Sin embargo, por un lado nos podemos percatar que la instrucción pública no poseía una homogeneidad, y por el otro el hecho de no ostentar un método de estudio, estimuló que el número de establecimientos educativos fuera mínimo ya que la posibilidad de educar por parte de Estado se vio cortado por la falta de ingreso. El establecimiento de algunas escuelas se debieron por el altruismo de algunos ciudadanos. En este sentido la garantía de la instrucción eran auspiciadas por particulares con una participación menor del propio Estado, y algunas mas por la iniciativa de los ayuntamientos, mientras lograran sustentarlas. Así es como para mi juicio tanto la sociedad como el gobierno en Veracruz encontraron soluciones para  propagar la educación aunque los fondos económicos no fueran suficientes.
En Veracruz la situación educativa sufrió un cambio progresista que se fue afianzando a partir de la consolidación del Porfiriato. La enseñanza en las escuelas públicas porfiristas mantuvo una ideología liberal. El pensamiento de Mier y Terán en torno a la directriz que debía tomar la instrucción pública era que el pueblo debería seguir una marcha progresiva para llegar a un resultado satisfactorio. Era forzosamente indispensable que el niño recibiera, en su edad más tierna, el germen fecundo de las buenas costumbres “por medio de la educación”. Por ello la instrucción pública debía, según Mier y Terán, recibir el apoyo más eficaz del gobierno para lograr que la educación popular produzca todos los bienes que de ella deben esperarse. Para llegar a tal noble fin en que la educación, “instrucción pública”, llegara a desarrollarse era necesario la cooperación de los jefes políticos, las corporaciones municipales y autoridades dependientes del gobierno.
Aunque las Escuelas Cantonales estuvieron atediadas por los más selectos maestros que egresaron de las academias Pedagógicas y Normales[3], no todos los ayuntamientos contaron con un maestro titulado, es el caso de Manuel López Limón, que fue un maestro idóneo, nuestro maestro nació el 30 de Octubre de 1892, en Acayucan, Ver.
Quienes no encontraron otra manera para subsistir, abrazaron la profesión del magisterio como única tabla salvadora. Así es como nuestro maestro comenzó a presentar su servicio el 1 de enero de 1910, en la Escuela Rural de la Congregación de las Mesas Municipio de Texistepec. El oficio dice: H. Ayuntamiento de Texistepec Cantón de Acayucan, Ver.  Sección de Justicia e Instrucción pública, número 14 tuvo a bien nombrar a Manuel López Limón Director de la Escuela de varones, percibiendo la cantidad de $16.00 mensuales.[4]  Aunque no fue maestro titulado poseía certificado de Educación Primaria Superior[5] que lo ubicaba como competente para ejercer el magisterio. Manuel López Limón fue alumno del maestro Benito Barriovero y Ortuño, quien certificaba que cursó y aprobó la Instrucción Primaria Elemental y Superior que durante 6 años de estudio alcanzo calificaciones honrosas.[6]
  En su larga trayectoria desempeño puestos y comisiones, como la de ser Director de la Escuela Rural de las Mesas, ayudante segundo de la Escuela Cantonal de ésta cabecera (nos referimos a la Escuela Guadalupe Victoria), participó como vocal de la Junta Local de Educación, y nuevamente fue colaborador de la Escuela Cantonal “Guadalupe Victoria” de la ciudad de Acayucan, ocupando el cargo de ayudante primero, de cuyo puesto fue cesado el 24 de abril de 1921. Se mantuvo fuera del servicio Escolar del 5 de abril de 1921 al 6 de Enero de 1922.
            El 4 de enero de 1922, siendo Presidente Municipal de Acayucan Julio Y. Pavón, con número de oficio 14, el C. Manuel López Limón fue nombrado ayudante segundo de la Escuela de Niños de la ciudad, percibiendo el sueldo que asignaba el presupuesto en vigor. [7] “El 4 de marzo de 1922 se le expidió un nombramiento como ayudante de la Escuela Urbana Completa para niños de Acayucan, percibiendo la cantidad de $125.00 con cargo a la Partida número 1126 del presupuesto de egresos vigente, a partir del día primero del mes de febrero último, fecha en que comenzó a prestar su servicio.”[8] Sin embargo su sueldo mensual fue cambiado a la cantidad de $90.00 bajo la partida del presupuesto 1127.[9] Con virtud a su desempeño como ayudante, el pago de su sueldo fue aumentando. La usencia del C. Albino R. González que había sido nombrado por el H. Junta de Administración Civil como ayudante primero de la Escuela Guadalupe Victoria, fue sustituido y el primer cargo de ayudante primero se le concedió al preceptor Manuel López Limón,  nombramiento que se le concedió por la Junta de Administración Civil, el 18 de enero de 1924. 
El 2 de Abril de 1929, el maestro Manuel López Limón solicita licencia ante el Director General de Educación del Estado Jalapa-Enríquez, Ver. para separarse del servicio por tiempo indefinido. Los motivos que orillaron a nuestro maestro a separarse del magisterio era la falta de pago oportuno, y decidió buscar recurso para resolver su complicada situación, pero no por ello dejaría el magisterio. Volvería a presentar sus servicios cuando la corporación le resolviera la situación de sus pagos. Sin embargo la Administración Civil hacia todo esfuerzo que estaba en su alcance por liquidar el adeudo, pero el Municipio se hallaba imposibilitado para sostener al personal docente.[10]
El 26 de marzo de 1932 la Dirección General expido un nombramiento respectivo al C. Manuel López Limón para que se sirviera a dar posesión de la Escuela Rural Mixta de la congregación de Atilzacuapan, perteneciente a Zongolica, Ver. Con obligación de atender un curso mixto nocturno durante una hora diaria, percibiendo un subsidio de $30 mensuales. Sin embargo dicho sueldo no se le pagaba con puntualidad, por ello el comité agrario de Atilzacuapan manifestaba al C. Prof. Gabriel  Lucio, Director General de Educación del Estado, bondadosamente se le completara el sueldo de $55 debido a que los vecinos de dicha comunidad no podían brindar ayuda por encontrarse sumamente pobres.[11] La contestación por parte de la Dirección General de Educación fue que no era posible aumentarle el sueldo a esa cantidad en virtud de que la partida a los gastos de escuelas rurales se encontraba agotada.[12] Sin embargo, para resolver la situación, la comunidad cooperó para realizar una siembra de maíz que ayudara al maestro, debido a que el Estado no podía pagar más de $30.00  mensuales.
De igual forma la comunidad pedía que el maestro Manuel López fuera cesado de su cargo como maestro ya que en algunas ocasiones el tiempo de enseñanza lo dedicaba para hacerle escritos con fines políticos al jefe de la guerrilla revolucionaria. La comunidad manifestaba que en dicha población no existían ningún agente, ni juez, sólo la actividad del jefe de la guerrilla.[13]
No sólo la labor del maestro se centraba en educar, sino en trabajar para todos los sectores más segregados. El trabajo de abordar la vida de Manuel López es analizar  la labor de los maestros en el magisterio, para llevar a cabo el progreso educativo desde un análisis regional.

Félix Blanco 



[1] Hale, Charles A.  El liberalismo en la época de Mora (1821-1853), Siglo XXI, México, D.F. 1972. Página 176.

[2] Blázquez Domínguez, Carmen. Breve historia de Veracruz. México. Ed. Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 136
[3] Zilli Bernardi Juan. Reseña histórica de la educación Pública en el estado de Veracruz. Gobierno del Estado de Veracruz, Dirección General de Educación Popular. Xalapa, Ver. 1966. P.140.
[4] Secretaria de Educación y Cultura, Dirección General de Educación Popular. Año 1910. Expediente 0056. Letra L. foja 0000027.
[5] Secretaria de Educación y Cultura, Dirección General de Educación Popular. Año 1910. Expediente 0056. Letra L. foja 0000014.
[6] Secretaria de Educación y Cultura, Dirección General de Educación Popular. Año 1910. Expediente 0056. Letra L. foja 0000025.
[7] Secretaria de Educación y Cultura, Dirección General de Educación Popular. Año 1910. Expediente 0056. Letra L. foja 0000001
[8] Secretaria de Educación y Cultura, Dirección General de Educación Popular. Año 1910. Expediente 0056. Letra L. foja 0000002
[9] Secretaria de Educación y Cultura, Dirección General de Educación Popular. Año 1910. Expediente 0056. Letra L. foja 0000019
[10] Secretaria de Educación y Cultura, Dirección General de Educación Popular. Año 1910. Expediente 0056. Letra L. foja 0000096
[11] Secretaria de Educación y Cultura, Dirección General de Educación Popular. Año 1910. Expediente 0056. Letra L. foja 0000123.
[12] Secretaria de Educación y Cultura, Dirección General de Educación Popular. Año 1910. Expediente 0056. Letra L. foja 0000133.
[13] Secretaria de Educación y Cultura, Dirección General de Educación Popular. Año 1910. Expediente 0056. Letra L. foja 0000134.

Entre tumultos y petroleo. 1ª Parte

—¡No mano, debiste ver! —exclamó en tono entusiasta y condescendiente mientras se empinaba la cerveza. Su voz, rasposa y vil como siempre, volvió a tocar esa membrana hipersensible de su cerebro que captaba toda clase de estímulos desagradables—. Debiste ver… —murmuró, y el sonido seco y arenoso de su pronunciación coincidió con la gélida brisa nocturna que se abalanzaba inesperadamente sobre sus espaldas, agitándole a ambos sus cabellos. Antonio se inclinó pesadamente en su asiento para abandonar la botella vacía en el suelo, y le echó una mirada distante. Poco después agregó con gesto grave, casi dramático: “Todo por acá estaba canijo… no había que andarse con pendejadas”. Ambos entornaron la mirada hacia aquel extraño tapiz de luces dispersas que se perdía a la distancia.
                Allá en la lejanía, la noche cerrada y sin estrellas se precipitaba voraz sobre los gigantescos quemadores de gas. Desde esa perspectiva noroccidental se alcanzaba a ver, desgastado y viejo, el extenso complejo petrolero gracias al cual la ciudad había podido existir. Dominando el panorama, y alzándose considerablemente por encima de la incierta línea horizontal de edificios y torres de destilación, florecía implantado el quemador de excedentes de extracción, cuya incandescencia parecía ser el punto principal de coincidencia y apotema extático de los destinos centrífugos de la ciudad. Por arriba de las luces, las nubes se incendiaban.
                Antonio tenía razón. Él sólo retenía visiones dispersas y someras sobre ese lugar. Pocas veces iba, y cuando lo hacía, era por el carácter ineludible de los compromisos familiares. Aquella misma casa heredada no era otra cosa que un simple referente casual, al igual que, por ejemplo, toda esa gama profusa e inconfundible de aromas fétidos, bochornosos, que abrumaban al visitante dos o tres kilómetros antes de llegar al umbral del municipio, y que se extendía hasta el callejón más alejado del epicentro de la ciudad. Ese tipo de aspectos circunstanciales eran en su pensamiento una infinidad de sensaciones convergentes que apuntaban equívocamente hacia una idea vacía, un caparazón sin contenido. Confusamente, alguna vez había pensado —no sin ingenuidad—, que su variado ramillete de percepciones recolectadas en sus forzadas visitas integraban objetivamente todo lo que debía conocer sobre la ciudad, no porque el característico sonido del silbato petrolero que anunciaba la salida de los obreros, o el sentido y dirección de las avenidas centrales conformaran tácitamente la totalidad de  cosas que se podían llegar a saber sobre ella, sino que, por obra de ese pragmatismo mediocre alojado en la motilidad principal de sus acciones, creía que la única importancia y finalidad de las cosas se posaba falazmente en sus vacuos aspectos utilitarios. El carácter obligatorio de todas las visitas que había hecho a través de los años, y el consecuente desden que sentía por su ciudad natal, encontraban ahora su origen pueril y desdichado: al parecer, era un completo ignorante de lo que sucedía o había sucedido en esa ciudad. Lo supo cuando, tras breves momentos de conmoción, dirigió su mirada hacia Antonio. Éste mantenía fija la vista en la constelación irregular de resplandores rojizos, dando la impresión de que observaba algo distinto, oculto tras la rigidez autoritaria de los edificios, como si, bajo la granulada superficie de asfalto se encontrara una subestancia real y culminante, hallada en esa rendija entre la tierra y el mundo construido por los hombres. Una capa elástica y desplegable, adhesiva, que mantenía todo en comunión y unido por la gracia de una amalgama epidérmica que ajustaba tan bien en las lomas y los árboles de la región como en los semblantes broncíneos del monumento a los honorables trabajadores de la sección treinta y cinco de extracción, muertos hacía cuarenta y tantos años tras la explosión del gaseoducto diez y nueve. Toda esa taxidermia inadvertida por las miradas poco avizoras era el suelo firme sobre el que los oriundos construían sus existencias sin sospecharlo. Esa segunda naturaleza, enconada y subrepticia, permanecía escondida en los rasgos más evidentes y simbólicos del dinamismo cotidiano, pronta a hacerse visible a todo aquel que quisiera verla y meditarla…, o recordarla. Precisamente Antonio encontrábase en uno de esos instantes íntimos de reconcentración nostálgica, para la cual poseía una perspectiva por demás privilegiada.
                Con sesenta y un años encima, siendo tres años mayor que la placa conmemorativa de la fundación del H. Ayuntamiento, y habiendo vivido los primeros treinta en uno de los barrios adyacentes al complejo petrolero, Antonio parecía estar en las circunstancias adecuadas para entrever esa zona inédita, aunque quizás sólo parcialmente. Pues en su remozada visión, el ligero vislumbre de novedosos pero antiquísimos órdenes espontáneamente aglomerados, asediaba con severidad su concepción malformada y terca, obtusa, típica de la vida en esa ciudad, y que ahora, además de explicar algo que en su conciencia nunca había necesitado explicación, construía y validaba una nueva certeza capaz de remodelar el paisaje ante sus ojos.
                No muy lejos de la casa, a tres o cuatro calles de distancia, se localizaba la plaza cívica con su moderno armatoste rojiblanco de tridilosa todavía en construcción. Sustituía la mitad del antiguo zócalo de la ciudad donde la gente solía abigarrarse los fines de semana para la compra y venta de enceres y golosinas baratas. Derribado también por efecto de la renovación política, y cuya ausencia plañidera cercenaba gran parte de la memoria reciente de la región, dejando en su lugar una laguna oscura e insondable en los escasos pero distintivos recuerdos colectivos, el obelisco del monumento a la Madre, ahumado por los intensos decenios de constante circulación de camiones y pipas a su alrededor, en cuyo palastro generalmente se recostaba —le contaba Antonio— las tardes en que de joven, después de pasarse la tarde entera vagabundeando en busca de algún negocio que le afianzara los pocos tostones que, en caso de ser obtenidos barriendo o chapeando jardincillos, o chingándole las monedas a los menesterosos regados en el centro (porque si algo nunca faltaba en esa ciudad eran los menesterosos), iban indudablemente a parar a las manos del aguardentero. Precisamente ahí había estado, guareciéndose del sol bajo la sombra del alargado monolito, cuando la chicharra de los obreros sonó, según el informe del periódico local, a las cuatro con veintisiete minutos del día 22 de Abril de 1964, anunciando la fuga presurizada de gas LP, anticipándose tan sólo ocho minutos a la inminente explosión del famoso gaseoducto, tocándole presenciar la estampida confundida de marchantas y obreros huyendo atropelladamente del complejo petroquímico. También en ese lugar conoció, en el 66 o 67, al gandaya del Mazacuate, un matasiete que hasta hacia poco tiempo atendía —ya completamente reformado por la santísima mano del Señor, nuestro Creador— una minúscula tienda de abarrotes, y que por aquella época andaba prófugo de alguna ranchería. Junto a su sinodal en delincuencia y otros ocho cabrones desempleados, habían hecho a la Francisco Villa la colonia más peligrosa de la ciudad, fama que aún persistía en la memoria de la gente quincuagenaria. Habían madreado a cuanto cristiano se les puso en frente, cobraban derecho de piso a las golfas y se ajusticiaban a los rivales de otros asentaderos. Pocas veces dejaron vivos a los enemigos que irrumpieron en su territorio. Incluso en alguna ocasión, el Mazacuate y dos más, habían ejecutado a un estudiante pendejillo (—Así como tú, muy parecido a ti —le dijo Antonio con cierta risita escabrosa a la que le daba, para desgracia suya, total crédito), abriéndole la cabeza con una piedra de río rechoncha, nomás porque no había pagado cinco pesos que debía de comidas fiadas a la madre del Firulaiz, uno de nuestros camaradas, y dueña de una pequeña fondita mugrosa. Entre sus hazañas perdurables se contaba —aunque no se supo bien cómo estuvo el asunto, entre tanto balazo que tronó ese día— la muerte de Don Machete, aquel jijo de su chingada madre viejo duro de matar, que con su bandita reducida de cuatreros se le había puesto al brinco a las compañías petroleras gringas, allá casi por los años de la revolución.
Sin embargo, mucho antes de sus gloriosos años de sayón, siendo aún un mozalbete collón y desgañitado, ayudaba a su padre en la labor de soldador en la paraestatal de energía desde las ocho de la mañanas hasta casi las tres, arriando de un lugar a otro el soplete y las estopas con los que remendaba las tuberías menores del complejo. Don Macrino y su hijo trabajaban en la zona petrolera por gracia de la casuística. En la época de la Halliburton, durante la instalación de las perforadoras y los extensos gaseoductos, decenas de obreros indígenas habían muerto aplastados por la maquinaria que implantaba las gigantescas estructuras de acero. Al parecer toda gran obra de ingeniería produce también carne molida, y muchos se aprovechaban de ello supliendo las vacantes. Con el cambio de administración en el 38 y 39, los procedimientos de contingencia no habían sufrido trastorno alguno, inclusive la intransigencia conspicua de los funcionarios y burócratas tendía desalentadoramente a agudizarse. En cambio, la estrecha relación entre los obreros, la aparición y crecimiento de organizaciones sociales, y los sindicatos que promovían progresivamente la firma de contratos colectivos, suponían un margen más amplio de operación para los trabajadores desprotegidos y sus hambrientas familias. El increíble respaldo ejercido por las recientes asambleas sindicalistas en la reapropiación efectiva de la industria, significaba también la deficiencia de producción, la desviación descarada de onerosos capitales, la afiliación obligatoria al partido oficial y la imposición de delegados, tesoreros y dirigentes. Don Macrino tenía asegurado el trabajo hasta su muerte, y Toño, el único varón de su estirpe, heredaría automáticamente la plaza, pero su voz y voto quedaban comprometidas para siempre, condición que le importaba realmente poco. Toda su juventud se la había pasado negreando como cargador en los naranjales, anímico y huesudo, esforzándose por salir de la parcela, y cuando lo hizo, lo llevaban contra su voluntad sin saber a dónde chingaos lo arrastraban los rurales jijosdelatisnah. Se encontró de pronto jalando tubos, machacando cera y fibra plástica, regando chapopote por los nuevos caminos de asfalto, colocando durmientes en la “línea del km 54”…
Antonio hizo una expresión de extravío, de estremecimiento catártico, provocada por la revelación sorpresiva de vivencias escotomizadas. Se inclinó de nuevo a tomar la cerveza, pero la botella vacía había rodado por la azotea hasta caer por el borde de la cornisa, y los recipientes acomodados en la caja contenedora reposaban sin líquido. Resolvió simplemente reacomodarse en el asiento, abandonando por un rato su típica actitud burlona, tan natural y genuina que —pensó— podría acusársele de cualquier mezquindad o depravación, pero no de deshonestidad. Sin embargo, en ese momento su mirada tornábase mucho más profunda, añadiéndole dimensiones insólitas a su personalidad.
Recordó que a los 6 o 7 años de edad, cuando pudo acompañarle a los talleres para acarrearle las herramientas, su padre había aprendido muy bien el oficio de soldador y también adquirido una plaza en la paraestatal. Pero quince años antes había trabajado en la conformación de los rieles que partían la región en dos, y Macrino no agotaba los momentos oportunos para contarle historias del km 54. La ruta del tranvía atravesaba la densidad virgen de la selva, y su padre le hablaba de los supuestos rumores que emanaban de los arboles, de los gemidos y tormentos fantasmales surgidos de la maleza turbia en la que los indios se adentraban sólo después de santiguarse repetidas veces y portando sus múltiples amuletos y escapularios. Con frecuencia, a los obreros se les figuraba ver, en el viraje rápido de repentinos vistazos, siluetas humanas atadas a los troncos o pendientes de las ramas, y al centrar la vista en la misma dirección, hallaban el sitio solitario y ensombrecido, con una estela invisible que parecía ensanchar la transparencia del aire en el espacio vacío. Sólo una vez la aparición había sido colectiva: una de las curvas prolongadas, inscritas en el trazo de las vías, había acercado a la veintena de trabajadores de su compañía a la rivera baja de un arroyo cristalino. En ese lugar se agruparon los hombres para comer al medio día y refrescarse en el agua fría y transparente. No obstante, al tercer día de su establecimiento, el comedor se agitó fuertemente por una ventisca turbulenta y enrarecida. Sentados en la alfombra de hojas sueltas y en pequeños bancos de madera, mirando hacia el cause ondulado del arroyo derivado del rio De Los Pescados, todos los obreros levantaron la vista al mismo tiempo, dejando los bocados a medio morder. El primero en percatarse del colgado fue el hombre contiguo al que se sentaba a la diestra de su padre. Su rostro mestizo, como el de todos los presentes, palideció al instante torciendo la boca con una mueca de consternación, como de ratero sorprendido in fraganti. Uno por uno, los comensales fueron cayendo en la cuenta. Frente a ellos, del otro lado de riachuelo, presenciaron el martirio de un pobre condenado amarrado a varios metros de altura entre los árboles, ensangrentado, con las cuatro extremidades dislocadas, estiradas y rígidas en forma de X, y los mecates recios y bien tensados. Todos se quedaron paralizados, confirmándose con la mirada aquella presencia que no podía ser verosímil, pero que indudablemente estaba ahí. El viento levantó tornados de hojarasca seca, y transportó de un lugar a otro entre la selva aledaña el olor a raíces muertas y carne putrefacta. La aparición duró unos cuantos instantes, el tiempo necesario para que todos lo vieran, pero la tención ensombreció los treinta minutos de descanso. Algunos intentaron disimular el espanto continuando con su comida, haciendo gestos de desdén o indiferencia, pero no se produjo ninguna charla ni se hizo referencia al asunto hasta mucho tiempo después, bajo el resguardo alegre de una cantina.

 Hugo Enrique B. M.

Independencia de Diacrítica

Independencia, Revolución y Suerte

La Independencia y la Revolución son dos procesos fundamentales para la construcción de la república que hoy denominamos México. El primero de estos movimientos, sirve para emancipar a la más rica colonia americana de España, causa de esta separación, son la invasión napoleónica a la península ibérica, que trae la deposición de Fernando VII y el ascenso al trono de José Bonaparte, lo que invariablemente produce un malestar generalizado e incertidumbre en los distintos virreinatos españoles en América. Al interior de la Nueva España, se gestaba la rivalidad entre los españoles criollos y los peninsulares, los criollos manifestaban una inconformidad patente, fundada en su naciente nacionalismo y sobre todo, al trato preferencial que recibían los peninsulares, los españoles “americanos” se consideraban hijos de estas tierras; España, representaba tan solo, la tierra de sus padres o de sus abuelos, por lo tanto, repudiaban el que los peninsulares ocuparan los puestos de mayor poder en la estructura novohispana, pues el pensamiento criollista concebía a los criollos como los legítimamente facultados para decidir el futuro de “su tierra”, solo les competía a ellos y no a los peninsulares decidir los asuntos de mayor trascendencia de la colonia. Esto corresponde al contexto propio de los momentos independentistas, sumado a la tiranía impuesta por los españoles al resto de la población indígena, negra y a las castas.

En cuanto a la Revolución, convergen tanto, la inaccesibilidad de las nuevas generaciones a los puestos de poder, originado por el mantenimiento de los funcionarios porfiristas con los mismos 30 años de su líder en el cargo, como por la pobre distribución de la riqueza material generada por el Estado mexicano, y que se concentraba en una oligarquía formada por los grandes empresarios nacionales y extranjeros, los latifundistas, los jefes políticos y los caciques regionales, así como los altos funcionarios del gobierno de Díaz. Ambos movimientos son coyunturas de procesos históricos continuos, que desembocan en una lucha armada, dichas luchas se encuentran precedidas de hechos igualmente violentos, lo que evidencia  discordancia de las sociedades de esos tiempos con el sistema de gobierno imperante. En la independencia, existieron conspiraciones anteriores a la encabezada por hidalgo y Allende, así como una significativa rebelión de negros cimarrones, conocida como “la rebelión de Yanga”, en la revolución, las huelgas obreras son el precedente más sustancial del fastidio de las clases trabajadoras (y de la sociedad en general) con el régimen eternizado del general oaxaqueño.

Mucho se ha discutido, si apelando a la vieja historia cíclica, puede entenderse a los fenómenos sociales desde un patrón que se repiten durante determinado lapso de tiempo,  por lo que las teorías que señalan un cambio drástico social por venir, no se han hecho esperar en este tiempo conmemorativo, la idea no parece descabellada del todo, vivimos tiempos de una fuerte crisis del Estado mexicano, vivimos una violencia constante y asfixiante todos los días, se han polarizaciòn y radicalización de las posturas políticas, las calles se han ensangrentado, la guerra contra el narcotráfico parece tener un resultado muy incierto, la pobreza es un flagelo que sigue lacerando al país, las pocas oportunidades de empleo se suman a la brecha cada vez más grande entre distintas clases sociales.  Todos estos factores hacen, desgraciadamente, coherente la posibilidad de un estallido social, el hecho de que una oligarquía mexicana bien constituida siga estableciendo el interés colectivo supeditado a sus intereses particulares, que no exista la confianza en las autoridades observándose con recelo su actuar, provocan la suspicacia de los historiadores y demás científicos sociales, que ven en estos momentos las mismas circunstancias que produjeron los movimientos armados de antaño.

Los movimientos de Revolución y de Independencia son el cúmulo de condiciones que eran inaguantables para el resto de la población, constituían estos factores un lastre imposible de resistir. Comparado con ahora, yo no se, si a lo largo de este proceso institucionalista que ha durado más de 100 años, los mexicanos nos hemos “acostumbrado” ha observar con absoluta indiferencia, la incapacidad de esas instituciones  a las que estamos obligadas a respetar. El pueblo ha olvidado, o le quieren hacer olvidar que en el reside la soberanía, que es el quien se la brinda a las autoridades y no al contrario. El derecho a cambiar el estado de cosas, es una potestad exclusiva y ejercitable por el pueblo, constituye la revolución no una simple exaltación, si no la manifestación legitima de un pueblo cuyas aspiraciones trascienden su realidad.

Con una conmemoración bastante modesta en calidad, aunque nada despreciable en cantidad (y en gasto público) celebramos aquello denominado “Independencia de México”, con todo lo que implica, pues según los medios de comunicación, son 200 años de mexicanidad, es el momento en que el pueblo elevo sus demandas y se quito el yugo español, entre otras concepciones más, todas ellas a mi juicio tergiversadas y después ferozmente vendidas por los grupos en el poder. Nada más difícil de asequir que la mexicanidad, pues como país pluricultural que somos, cada individuo dependiendo su contexto, de los muchos Mèxicos que existen, asume su mexicanidad de una manera diferente, sin buscar contradecir al maestro Paz, no hay una psique colectiva del mexicano, solo existen manifestaciones inconcientes del imaginario colectivo, pero esto no nos condiciona a ser uniformados bajo la bandera de la falsas representaciones del mexicanismo, ya que el termino en si mismo resulta vago y confuso, ahora bien, suponiendo sin conceder que la alegoría de la mexicanidad fuese correcta, entonces dicha mexicanidad estaría condicionada a una invención política denominada “nacionalismo”, la cual es el programa político de la facción liberal de mediados del siglo XIX, que es ignorada durante el Porfiriato y que se consolida en las aulas durante los regimenes de la  “Revolución Institucionalizada”. En otro asunto, valdría la pena reflexionar sobre la existencia de una total emancipación de la nación en 1810, La consumación de la independencia ocurrió en 1821, fuimos una República hasta 1823, y España nos reconoció algunos años más tarde, no sin antes intentar una expedición de reconquista de nuestro territorio, pero más allá de las verdades históricas, están las verdades actuales, y las preguntas que asaltan mi mente es la siguientes: ¿México es independiente? o no, ¿es acaso un país dependiente de economías externas?, ¿que marca su agenda internacional? las conveniencias de su poderoso aliado del norte o el interés prioritario del Estado nacional, ¿nos sometemos a la voluntad de los inversionistas foráneos? O actuamos acorde a nuestra tantas veces defendida “autodeterminación de los pueblos”. México a 200 años del inicio del movimiento de independencia, es a mis ojos, un país que simula su libertad, cuya autonomía es moneda de cambio de compra y venta de intereses mezquinos, en donde los poderes gubernamentales gobiernan de derecho pero no de hecho y en donde al final todos somos cautivos de las conveniencias de las minorías privilegiadas radicadas dentro y fuera de la “patria”.

Por todas las razones antes esgrimidas, me permito exhortar a el “mexicano”, prototipo de mestizaje, de picardía, de ingenio, de variedad, de socarronería, de fiesta y tolerancia, a que no solo manifieste su unidad, su orgullo en una sola fecha, que todos los días con base en esos sentimientos de enaltecer a su Estado trate de reconvertir su realidad, que asegure su porvenir por amor a su tierra y con fe en el eterno destino que aguarda a el pueblo mexicano, necesitamos al mexicano que grite ¡Viva México!, con una convicción profunda en que a pesar de los males el país saldrá adelante, es el momento de pedirnos entre todos los que habitamos este territorio que consideramos nuestro, conquistemos nuestras aspiraciones personales y colectivas con la firmeza de que con nuestras acciones estamos ejerciendo lo que tantas veces ha probado el “mexicano”: Su voluntad para cambiar el presente y su disposición para construir futuros más alentadores.   

Emilio Hiram Toledo Palacios

           
      

Carta del Director

“Más que tomar la palabra, habría preferido verme envuelto por ella y transportado mas allá de todo posible inicio”.
Michel Foucault.

La historia no carece de sentido pero sí de forma. El afán casi patológico de encontrar un lineamiento rígido de la noción de Historia que, en esencia, está sometida a parámetros arbitrarios, produce una mayor cantidad de problemas en comparación con las soluciones que desprende. Formular un concepto que englobe todo lo que se hace designar como “Historia”, es poco más que imposible. Nuestro lenguaje no está diseñado para ello. A pesar de ésto, es necesario remarcar que toda definición de historia nace con la finalidad de diezmar los déficits pertinentes de cada época, pero posteriormente estas definiciones se tornan obsoletas, con lo cual se redefine la noción de  historia y con ello se da un giro paradigmático radical, el cual contradice a su antecesor y se postula como la solución a todos los problemas. A raíz de esto se puede denotar lo AMORFO de esta disciplina y que el sentido de la historia radica en ser la conciencia siempre a prueba de la humanidad.
           En esta eterna dialéctica en lo respectivo a las  definiciones de la historia en donde se permea, no sólo los alcances y el arquetipo  que tiene que acatar el historiador, sino también se postulan las formas pertinentes que “validan” todo  discurso histórico. Por lo tanto, todo lo que acate las normas y se formalicé, niega en demasía toda labor del historiador que discrepa de la conceptualización establecida por el gremio,  pese a que el uso de una metodología especifica y la preferencia por una determinada labor historiográfica no es perjudicial. En sí lo que lesiona a la historia es el hecho de tomar sólo una visión como eje dominante, ante el cual toda se suscriba y sesgue todo el desempeño del historiador- En este sentido la estructura hegemónica se dogmatiza, por ende la historia pierde su chispa y se convierte en un ámbito lúgubre.
           La historia no es estática, siempre se encuentra movilizándose tratando de canalizar todo lo que se puede considerar histórico y  su eterno dinamismo contribuye en gran medida a que no tenga una forma única. Al no poseer esa rigidez, se puede interpretar un mismo acontecer historio en un sin fin de posturas. Como resultante de esto, es que la labor prolifere y se modifique. Por consiguiente, a mi forma de percibir la estructura de esta disciplina, es necesario entender que los motores de la historia son el cambio y el olvido. En estas dos palabras gira toda labor histórica, en lo que  permanece para que el cambio sea notorio, en lo que se retoma del olvido y produce cambio, etc.
           Por último  me gustaría incidir en la necesidad de una multiplicidad de corrientes históricas (pese a que sean antagónicas en sus postulados), ante las cuales toda labor de historiador incrementará, y sin la rigidez de una idea dominante en lo histórico, se puede visualizar  una mayor apertura hacia  el debate, donde más que buscar la conjunción del gremio en un solo paradigma, se aspirara a una configuración plural  de la historia, y tal vez por medio de ésta se pueda lograr la consolidación de una historia viva y heterogénea, basada en la idea fijada por  el filólogo, filosofo y poeta alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche en su libro: De mi vida. Escritos autobiográficos de juventud (1856-1869), en la parte titulada como Factum e historia:

“la historia universal no sería ya para nosotros otra cosa que un autoembriagarnos en brazos del ensueño; cae el telón, y el hombre se encuentra de nuevo, como un niño que juega con mundos, como un niño que se despierta con la luz de la mañana y sonriendo, borra los sueños terribles de su cabeza.”


Director: Mario Alberto González Serrano
Corrección de estilo: Fátima del Toro Zúñiga,
Hugo Enrique Becerril  Morales